A día 26 de Noviembre de 2024 presentamos el testimonio de Albert Feliu:
No pensaba que poner en palabras mis recuerdos fuera a ser tan difícil. Ya hace tiempo que volvimos a casa después de casi 2 meses en la República Dominicana, pero todavía puedo sentir todas las emociones que experimenté, todos los gustos que probé, las canciones que escuché y las historias que vivimos juntos. No sé si me he ido aún de Sabana Yegua.
Llegué a Sabana Yegua con el corazón y la mente completamente abiertos, dispuesto a abrazar una nueva realidad totalmente diferente a la que estaba acostumbrado. No tenía ninguna expectativa y, por lo tanto, no me podía decepcionar nada. ¡Y, qué acogida tuvimos! Niños, monitores y familias nos recibieron con los brazos abiertos. A los veteranos se los iluminaban los ojos cuando nos explicaban todas las cosas que habían vivido los años pasados con el pueblo. Yo, que viajaba por primera vez, no podía esperar a vivir todas aquellas historias. Y no tardaron a venir las primeras cenas con las familias. Cuando digo que todavía puedo escuchar la música seguramente es gracias a aquellas cenas. Después de comer, sacábamos las bocinas a la calle, y aquel rato charlando con la familia se convertía en una fiesta donde todo el mundo estaba invitado. En el fondo, simplemente estábamos compartiendo: compartiendo una cena, nuestra compañía y, siempre, una sonrisa.
No me puedo olvidar de los talleres científicos en la escuelita, ni del veranito y las posteriores reuniones con los monitores. ¡Cómo reíamos y qué gusto ver su implicación en el proyecto! Ver la ilusión a la cara de los niños y monitores cada día que compartíamos no tenía precio. Tampoco de las tardes en la cancha, jugando a baloncesto hasta que se ponía el sol y las piernas decían basta.
Pues 2 meses en Sabana Yegua es mucho más intenso que un verano en casa. En muchos momentos me sentí perdido, no me reconocía. Estaba cambiando como persona y, a la vez, estaba adaptándome a un nuevo contexto. Fue entonces cuando me di cuenta de que los voluntarios que me acompañaban me iban a ayudar muchísimo. Recuerdo cada charla con cada uno de ellos. No lo podía hacer solo y me encontré con las mejores personas posibles apoyándome. Qué suerte haberlos podido conocer y poder decir que ahora son mis amigos, y de los de verdad.
Ahora, y desde la distancia, quedan recuerdos escondidos detrás de cada foto. Y, a menudo, cuando las vuelvo a ver, un sentimiento de añoranza y amor me llena el corazón, y el deseo de volver todavía se hace más grande.
Venía a poner mi granito de arena en el proyecto, y he acabado recibiendo mucho más de lo que he podido dar. Todavía no me he ido de Sabana Yegua porque llevo un trocito de su amor dentro de mí. Solo puedo decir gracias. Gracias para acompañarme mientras crecía y hacerme mejor persona.
Soy un afortunado.