La vida es un continuo aprendizaje y eso es lo que la hace tan especial.
Las primeras veces marcan.
Siempre hay una primera vez para todo, mejor o peor, pero siempre especial.
La primera vez en Sabana Yegua.
Salir de nuestra zona de confort acarrea un tiempo de adaptación, de asimilar y de entender. Más o menos conocedores de realidades distintas, cala en nuestro más profundo ser.
La euforia inicial se mezcla con un sentimiento de tristeza o de pena.
¿Cómo entender su felicidad?
Carencias de mucho tipo, desde el no acceso a cosas básicas para la supervivencia como puede ser el alimento, hasta una carencia emocional por una des-estructuración familiar. Una vida de continua lucha en donde rendirse puede resultar la opción más fácil.
Dar el paso de entrar en las familias, sentarse y escuchar nos hace partícipes de una cruda realidad, de lo injusto que es la vida y de cómo el lugar en el que fortuitamente hemos nacido será el condicionante principal de nuestra vida y nuestras oportunidades.
Ante esta dualidad, el recuerdo de Sabana Yegua va ligado; además de a las familias y los niños, a un sentimiento de vida pura, risas, felicidad y cómo no, a una bachata.
La incongruencia humana, donde los que menos tienen son, muchas veces, los que más enseñan.
El capitalismo y el consumismo crea una vida frenética, dominada por un cronómetro externo e interno, donde la condición sine qua non es llegar.
A veces es necesario parar y reencontrarse con nuestras raíces y nuestras ramas.
La vida está para sumar, infinitos capítulos que están ya escritos; y más aun los que quedan por escribir. Que sumemos amaneceres, que los días no sean un mero suceso del anterior o una cuenta atrás permanente y que ante todo, independientemente del con qué, seamos felices.